Se disfraza de su madre muerta para cobrar la pensión
El testamento del analfabeto
Planta Marihuana en la propiedad del ex jefe de policía
Extraña suplantación de personalidad
Cae en la trampa por una comida gratis
Adicto al crack detenido por cagón
Atraco frustrado por máscara ridícula



Se disfraza de su madre muerta para cobrar la pensión

Juanma.
Hay situaciones que se repiten, y una de ellas es el intento de cobrar la pensión de familiares muertos, ocultando el fallecimiento durante más o menos tiempo. Algunos han recurrido a llevar al abuelo difunto en una silla de ruedas y fingir que le "ayudaban" a firmar. A Serafettin Gencel, el chollo le duró dos años. Pero para eso tuvo que disfrazarse de mujer una vez al mes con el fin de cobrar la pensión en el banco.
La madre de Gencel había fallecido a los 68 años, por causas naturales según el hijo, que enterró el cadáver en el sótano de su casa de Estambul (Turquía) y se dispuso a vivir de la pensión, para lo cual se agenció un conveniente disfraz de anciana, con pañuelo a la cabeza y bastón. Pero al cabo de dos años de cobrar sin problemas, a un empleado del banco le pareció sospechosa la voz tan masculina de la pensionista. El empleado informó a su director en marzo y éste le dijo a la "señora" que volviera dos días después a cobrar. Sin que Gencel se diera cuenta, le hicieron una foto. A continuación avisaron a la policía, que se presentó en la casa y vio que no había madre que valiera.
Gencel confesó y las autoridades exhumaron el cadáver enterrado en el sótano para someterlo a examen forense antes de enterrarlo debidamente. Al hijo impostor se le acusa de fraude, muerte sospechosa y enterramiento ilegal. Y todo por confiarse al cabo de los años y no disimular la voz como es debido.
Para más escarnio, la agencia de noticias Anatolia ha publicado la foto que le hicieron en el banco, disfrazado de su propia madre.

"Me parece que el abuelo no firma porque está muerto" (Adegüello, noviembre 2004)



El testamento del analfabeto

Esther. A Ian Geddes, un empresario fracasado de 49 años, le ha caído cadena perpetua por asfixiar a su primo en un intento de heredar algo y mejorar sus finanzas. El primo, como suele ser habitual con este tipo de parientes, no le había dejado nada a Ian, que tuvo además que falsificar su testamento. Estar en las últimas voluntades de alguien que no es tu pareja, padre o madre, y muere de repente, suele ser un poco sospechoso, sobre todo cuando se está arruinado. Si en casos anteriores hemos publicado historias de delincuente a los que les pillan por su mala ortografía (esas notas en las que ponen: "Esto es un rovo"), en esta ocasión ha sido su buena ortografía lo que ha delatado al criminal.
Geddes asfixió a su primo Charlie McKay con una almohada en marzo de 2003, en Inverness (Escocia). Después intentó que pareciera que se había caído por una escalera. En principio, la cosa funcionó y todos se tragaron lo de la fatal caída, hasta que la hija de Mckay encontró en el domicilio el falso testamento por el que dejaba 37.000 euros a su primo. El documento estaba escrito en correcto inglés, pero el fallecido no era capaz de escribir ni una frase sin faltas de ortografía. Todos los papeles escritos por McKay y presentados en el juicio estaban plagados de errores y su hija añadió que la víctima habría sido incapaz de deletrear correctamente "bequeath" (legar). La policía comprobó además que había desaparecido una almohada con gotas de sangre que habían visto y grabado en vídeo cuando se denunció la muerte. De paso, también se descubrió que anteriormente Geddes había abierto cuentas bancarias y tarjetas de crédito a nombre de su primo, a través de internet, y que había conseguido 47.500 euros por este procedimiento.




Planta Marihuana en la propiedad del ex jefe de policía

Las plantas medían más de dos metros
Juanma. Ryan M. Steel, de 27 años, tenía unas semillas de Marihuana muy buenas y buscaba un buen campo para plantarlas. Creyó encontrarlo en una finca de cuatro hectáreas, sin saber que su propietario era el ex jefe de policía del condado.
Allí Steel cultivó en secreto unas 30 plantas, que ya medían de dos a tres metros cuando el hijo del ex jefe, también policía y precisamente de la brigada de narcóticos, las descubrió mientras cazaba conejos en la finca de su padre. "Lo primero que pensé fue que papá se estaba apañando un suplemento a su jubilación", declaró.
La policía cortó las plantas e instaló una cámara de vigilancia, que grabó la rabieta que le dio a Steel cuando regresó días más tarde a atender su plantación. Tras reírse un rato e identificarlo, los agentes rastrearon las compras de materiales de jardinería que había hecho Steel con tarjeta de crédito. Ya sólo faltaba detenerlo.
Steel reconoció que las plantas eran suyas, pero alega que eran para su propio uso y no pensaba venderlas. En abril le han acusado de posesión de una sustancia prohibida con intención de fabricar droga, invasión de propiedad ajena y "vandalismo agrícola". Le puede caer un año.
Antes de comparecer ante el juez, Steel hizo méritos actuando como intérprete de otro acusado, un hispano detenido por conducir borracho y que sólo hablaba español.




Extraña suplantación de personalidad

Esther.
Wayne Brightly, un profesor de un colegio del Bronx, estaba agobiado porque si volvía a suspender el examen sobre conocimientos básicos para profesores de Nueva York, tendría que dejar la enseñanza. Al parecer, decidió buscar a alguien que se le pareciera y pudiera pasar la prueba en su lugar. Aunque Brightly es negro, delgado y tiene 38 años, pensó que nadie se daría cuenta de que Ruin Leitner, un blanco gordo de 58 años, que padece una enfermedad similar al autismo y se dedicó a la mendicidad durante un tiempo, no era él. Le pagó dos dólares USA para que pasara el examen, le dio un carnet falsificado y Leitner sacó tan buena nota que las autoridades pensaron que era imposible que Brithtly hubiera hecho ese examen en el verano de 2004. Decidieron concertar una entrevista con el profesor que mandó al ex mendigo en su lugar. Cuando posteriormente fueron a visitarle a su domicilio, Brightly intentó hacerse pasar por el hijo del profesor.
En abril le han acusado de coacciones y falsificación de documentos.




Cae en la trampa por una comida gratis

Juanma.
Frederick Gilliland, de 53 años, acusado de estafar millones a inversores en Florida, vivía a lo grande en West Vancouver (Canadá), eludiendo la extradición y disfrutando de sus ganancias. Pero le perdió su afán de conseguir algo por nada. Un astuto investigador privado le invitó a comer al otro lado de la frontera, en un restaurante de Point Roberts, Washington, y Frederick fue incapaz de resistirse. El investigador avisó a la policía, que en marzo atrapó a Gilliland en cuanto cruzó la frontera y penetró en EE.UU. Por si a alguien le interesa, el restaurante se llama Brewster's. Debe de ser buenísimo.




Adicto al crack detenido por cagón


Esther. Los nervios le atacan al intestino y solía hacerse caca en los domicilios a los que iba a robar. William Woodard, de 39 años, debería haberse dado cuenta de que el ADN de sus heces le iba a llevar a la cárcel, pero siguió insistiendo, tal vez, por su adicción al crack. En abril le han acusado de cometer más de medio centenar de robos en Boston desde noviembre de 2004. Cuando le detuvieron también se hizo caca en los pantalones. El juez le ha impuesto una fianza de 185.000 dólares USA.
Le fallaron las tripas (Adegüello, julio 2004)



Atraco frustrado por máscara ridícula


Usó una máscara de Pluto
Juanma. En marzo un dependiente de un Mini Market de Cranberry (Pensilvania) puso en fuga a un atracador con gran riesgo de su vida. El método empleado consistió en partirse de risa al ver la máscara que utilizaba el ladrón para ocultar sus facciones, que representaba al perro Pluto.
En lugar de asustarse, al dependiente le dio tal ataque de risa que fue incapaz de darle el dinero de la caja al atracador, que abandonó frustrado la tienda.
La policía ha dicho que el comportamiento del dependiente fue irresponsable y peligroso, aunque evitó el robo. "Pluto podría haber sido un heroinómano con mono", declaró un sargento. También habría que preguntarse qué toma el dependiente para que le entren esas risas.




 

 


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