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/ revista trimestral de crítica de crímenes / número 23- abril 2008
Chapuza
del mes
Llevan
un cadáver a cobrar la pensión
Juanma. Ya
había ocurrido antes. Ante la posibilidad de cobrar la pensión
de un amigo muerto (o del abuelo),
hay quien no vacila en llevar al difunto al banco o, en este caso, a un
establecimiento donde se cobran cheques. Naturalmente, es inevitable llamar
un poco la atención.
Y ya lo creo que la llamaron. Dos hombres arrastrando por las calles de
la Cocina del Infierno, en Manhattan, una silla de oficina con un cadáver
sentado y vestido a medias atrajeron una multitud de espectadores en enero.
Entre ellos el inspector de policía Travis Rapp, que comía
en un restaurante y vio pasar el cortejo por la ventana. El policía,
que por su profesión ha tenido que ver unos cuantos cadáveres,
no dio crédito a sus ojos. "Pensé que era una broma.
Tenía que ser un maniquí o un muñeco".
Pero no. Era un cadáver auténtico. Concretamente, el de
Virgilio Cintron, que parece que falleció por causas naturales
a los 66 años, dejando un cheque de la Seguridad Social por valor
de 355 dólares. Entonces su compañero de piso y un amigo,
ambos de 65 años, llevaron el cheque a una tienda con intención
de cobrarlo. Pero el cajero les dijo que el titular tenía que estar
presente.
Ni cortos ni perezosos, los dos hombres, David Dalaia y James O'Hare,
volvieron al piso y trataron de vestir al cadáver, que estaba desnudo.
Lo consiguieron a medias. Le pusieron una camiseta, unos pantalones que
no lograron subirle del todo y unas zapatillas. Lo sentaron en una silla
de oficina, le echaron un abrigo en el regazo para tapar lo que el pantalón
no tapaba y se lanzaron a la calle, con el consiguiente éxito de
público.
Dejaron la silla con el cuerpo en la acera y volvieron a entrar a cobrar
el cheque. El cajero, que conocía al difunto Cintron, les preguntó
dónde estaba éste. Le dijeron que esperando en la puerta
y que, si era preciso, le harían entrar.
Efectivamente, en la puerta estaba la silla con el cadáver, rodeada
por un grupo de curiosos, a los que se había sumado el policía
Rapp, que había decidido investigar más de cerca lo del
muñeco. Un examen superficial confirmó que de muñeco,
nada. Dalaia y O'Hare intentaron meter la silla en la tienda. Rapp se
identificó y les ordenó apartarse del difunto mientras llamaba
a una ambulancia.
Cuando los enfermeros confirmaron que Cintron estaba muerto, sus amigos
fingieron una gran sorpresa. "Oh, Dios mío. ¿Se ha
muerto?", exclamaron.
Tanto el difunto como sus dos aprovechados amigos tienen un largo historial
policial, con detenciones por robos, asaltos y delitos relacionados con
la heroína, que se remontan a los años 60. Tanta experiencia
no les ha enseñado a ser discretos, aunque sí han acumulado
un buen nivel de desfachatez.
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