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/ revista
bimensual de crítica de crímenes / número 14- marzo 2006

Criminal
del mes
Robo
del siglo malogrado por mujer despechada
Juanma.
Lo que son las cosas. El robo con más estilo de los últimos
tiempos, el atraco al Banco Río de Acassuso (Argentina), ha acabado
convertido en puro culebrón, con el resultado de la detención
de varios integrantes de la banda y la recuperación de, por lo
menos, un millón de dólares del botín.
Pero no se sabe cuánto dinero se llevaron los autores del "golpe
más audaz de la historia", según la propia policía
argentina. Aparte del dinero que había a mano en el banco, los
ladrones reventaron 145 cajas de seguridad privadas, de las 400 que tenía
el banco, eligiendo siempre las más grandes. Una tercera parte
de los damnificados se ha negado a declarar qué y cuánto
había en sus cajas. Los cálculos oscilan entre nueve y veinte
millones de dólares, todo en efectivo, ya que los ladrones renunciaron
a llevarse objetos valiosos, como joyas y plumas de oro, para no cargar
con un exceso de peso. Se calcula que se llevaron unos 300 kilos de billetes.
Un trabajo de maestros
El robo llamó la atención por su sofisticación y
la profesionalidad con la que fue ejecutado. Multitud de detalles hablan
de la categoría profesional de los autores. Y efectivamente, todos
eran aristócratas del crimen, con un historial que quita el hipo.
El principal detenido es Rubén Alberto de la Torre, "Beto",
que a finales de los años ochenta fue miembro de la legendaria
"Superbanda", el grupo de atracadores más famoso de la
historia criminal argentina. Otro de los detenidos formó parte
de la "banda de los hombres araña", que, a finales de
los noventa, dio 50 golpes importantes descolgándose por las paredes
de edificios.
Pero en el historial de todos ellos faltaba el golpe maestro, el que causaría
admiración a la propia policía y fascinaría al público.
Ése fue el golpe que dieron el 13 de enero en el Banco Río
de Acassuso. Y todo se vino abajo por una mujer despechada, la de Beto
de la Torre, que delató a su marido al enterarse de que iba a marchar
con el botín y con una mujer más joven.
El golpe
La tarde del
13 de enero, cinco hombres armados entraron en la sucursal del Banco Río
en Acassuso y tomaron 23 rehenes: los nueve empleados del banco y catorce
clientes. Cinco horas después, mientras la policía todavía
intentaba negociar, la banda había escapado con el botín
por un túnel que nadie sabía que existía. La toma
de rehenes había sido una puesta en escena. Cuando la policía
emprendió la persecución, hacía horas que los ladrones
habían desaparecido.
El túnel, que comunicaba con las alcantarillas y con un desagüe
pluvial, se había excavado durante casi cuatro meses. Sólo
una pared de 15 centímetros lo separaba del subsuelo del banco.
Pero los ladrones no abrieron el butrón definitivo porque para
abrir las cajas de seguridad era preciso que el banco estuviera abierto
al público. El túnel les iba a servir para escapar mientras
la policía creía que todavía estaban en el banco.
Pero, por si acaso, dejaron cuatro trampas en el túnel para retrasar
más el seguimiento.
La puesta en escena
Se cree que la banda la formaban de 12 a 15 componentes. Cinco entraron
en el banco. Otros esperaban en el túnel para ayudar a sacar el
botín. Algunos se mezclaron con la policía, los periodistas
y el público que se apelotonaba en la calle, e informaban por teléfono
a los de dentro. Todavía había más aguardando en
la salida del túnel, con el vehículo para huir. Y se sospecha
que había por lo menos un miembro de la banda entre los rehenes,
que tapó la boca del túnel con un armario metálico
y dejó otras pistas falsas.
Nada más entrar en el banco, los atracadores tranquilizaron a los
rehenes y les permitieron avisar a sus familias por sus teléfonos
móviles. De este modo se aseguraban una rápida aglomeración
de público en la calle, que impediría que la policía
entrara a tiros. Ya tenían tiempo. Mientras cuatro desvalijaban,
uno fingía negociar. Para más seguridad, repartieron a los
rehenes por tres plantas del edificio, anulando la posibilidad de una
entrada de cuerpos de élite, que no entrarían sin estar
seguros de que podían rescatar a todos los rehenes de una vez.
Esta repartición de los rehenes les sirvió también
para otra cosa: cuando los ladrones se marcharon, los rehenes no hicieron
nada, porque creían que los bandidos estaban con los otros grupos.
"Cumpleaños
feliz" y poesía de despedida
No faltaron los detalles exquisitos. Los ladrones trataron en todo momento
a los rehenes con suma corrección. A una mujer le sonaba insistentemente
el teléfono móvil, y explicó: "Es que es mi
cumpleaños, y mi familia y amigos me llaman para felicitarme".
Al enterarse, los bandidos le cantaron a coro el "Cumpleaños
feliz". La mujer, una abogada que ese día cumplía 59
años, describió a los asaltantes como "gente de buen
trato" y "seguros de lo que hacían".
Y por último, el toque final: en la bóveda del banco, los
ladrones dejaron tres pistolas de plástico y un mensaje que decía:
"En barrio de ricachones,
Sin armas ni rencores,
Es sólo plata y no amores".
Lástima que todo degenerara en culebrón. Pero así
es la vida.
 
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