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/ revista
bimensual de crítica de crímenes / número 5- septiembre
2004
Criminal
del mes
Ladrones
enmascarados roban dos cuadros de Munch
Esther.
Dos ladrones enmascarados entraron en el Museo Munch de Oslo (Noruega)
armados con una pistola, descolgaron dos cuadros ("El Grito"
y "Madonna") y se los llevaron delante de la mirada atónita
de numerosos visitantes. Tan fácil, rápido y sin víctimas,
que les hemos nombrado criminal del mes.
Los vigilantes que custodiaban el museo estaban más preocupados
por la seguridad de los visitantes que por la de los cuadros. Una alarma
silenciosa alertó a la policía que se presentó en
el museo a los pocos minutos de producirse el robo, según la dirección
del centro, pero los asaltantes ya se habían ido. "El
Grito", valorado en sesenta millones de dólares, estaba asegurado
contra incendios o inundaciones, pero no contra robo.
La cuestión ahora para los enmascarados es cómo deshacerse
de los cuadros y obtener un beneficio económico, principal motivación
del ladrón común. Este es realmente el mayor problema del
robo de obras de arte. Si necesitan encontrar un comprador, lo tienen
bastante difícil porque se van a encontrar con detectives y policías,
de distintas nacionalidades, que probablemente se van a hacer pasar por
compradores potenciales (como les pasó a sus colegas que robaron
otra versión de "El Grito" en 1994).
Otra de las posibilidades es que ya tengan un comprador y que hayan realizado
el robo por encargo, pero tratándose de obras de arte tan conocidas
esta opción es muy poco probable. En realidad, los coleccionistas
que compran obras de arte robadas muy famosas para su exclusiva contemplación
son, por lo general, personajes de ciencia ficción. Hoy en día,
el coleccionista de grandes obras de arte suele ser un individuo que simplemente
invierte en objetos cuyo valor siempre se incrementa. Un millonario que
tiene "El Grito" colgado en el cuarto de estar no puede tener
invitados en casa ni personal doméstico ni familiares bocazas.
Lo que sí puede tener y con lo que sí puede comerciar es
con un cáliz robado en una iglesia remota, con unas ánforas
de una excavación o con un cuadro menos conocido.
La tercera posibilidad, la más popular de los últimos tiempos,
consiste en pedir un rescate por el cuadro. Pero esta opción es
tan difícil como cobrar por un secuestro normal, la única
ventaja es que no hay que demostrar que el cuadro está vivo y que
es mucho más sencillo esconder un objeto que esconder un ser humano.
Pero el problema sigue siendo: ¿Quién cobra la recompensa?,
¿dónde?... De todas formas, en el caso que nos ocupa esta
posibilidad es poco probable porque el gobierno noruego ya se negó
a pagar una recompensa por la recuperación de la versión
robada anteriormente.
Así pues, aunque les hayamos nombrado criminales del mes por el
robo en sí mismo, sospechamos que a partir de ahora los enmascarados,
salvo que sean ellos mismos los coleccionistas que cuelgan el cuadro en
su cuarto de estar, lo tienen un poco difícil.
Robos
similares
En 1994 dos ladrones robaron otra de las cuatro versiones existentes de
"El Grito" en la Galería Nacional de Noruega. Saltaron
la valla del edificio y se subieron a una escalera de mano para entrar por
la ventana de la sala en la que se encontraba la obra. Además, los
ladrones dejaron una nota de agradecimiento por la seguridad tan cutre del
museo. Posteriormente, pidieron un rescate de 300.000 libras esterlinas
al gobierno noruego que se negó a pagar, alegando que esto incentivaría
el robo de obras de arte.
El cuadro fue recuperado tres meses después. En la investigación
intervino Charles Hill, un policía londinense que se hizo pasar por
comprador potencial en representación de un coleccionista norteamericano.
Las pruebas aportadas por Hill sirvieron para detener a cuatro hombres en
1996, pero no pudieron ser utilizadas en el juicio porque el británico
había entrado en el país con documentación falsa. Así
que, los cuatro quedaron en libertad.
En 1991 dos enmascarados
armados se llevaron veinte cuadros del museo Van Gogh de Amsterdam. Uno
de ellos se quedó escondido en el museo el sábado por la noche,
y el domingo por la mañana obligó a uno de los vigilantes
a desconectar las alarmas. Los cuadros aparecieron en un coche a pocos kilómetros
del museo.
En 2000 otros tres enmascarados
armados se llevaron dos Renoir y un Rembrandt del museo Nacional de Estocolmo.
Meses después, la policía recuperó uno de los cuadros
durante una investigación por tráfico de drogas.
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