www.adeguello.net / revista bimensual de crítica de crímenes / número 6- noviembre 2004

Moriarty 2004


Enfermeros matan para cobrar dinero de funerarias

Esther. De nuevo, personal sanitario se convierte en protagonista del premio Moriarty. El grupo formado por dos médicos y dos enfermeros polacos son los candidatos indiscutibles de la temporada, tras protagonizar, presuntamente, una de las historias criminales más horripilantes del siglo XXI.
Los hechos sucedieron en la ciudad polaca de Lodz, entre los añoa 2000 y 2001, pero la historia no salió a la luz hasta 2002, cuando tres periodistas polacos investigaron y confirmaron los rumores, que llevaban años circulando, sobre retrasos en la llegada de ambulancias a los hospitales, provocados deliberadamente por trabajadores de servicios de emergencia. Entonces, se descubrió que las empresas funerarias pagaban al personal sanitario por información sobre nuevos fallecimientos, para ser los primeros en la casa del muerto. Y parece ser que algunos médicos y enfermeros fueron demasiado lejos, dejando morir deliberadamente o cargándose ellos mismos a los enfermos para sacarse un dinerillo extra.
En 2002 la BBC narraba la historia de un paciente al que se llevaron en una ambulancia, todavía vivo, a las dependencias de una funeraria y la de un hombre al que, tras sufrir un colapso, le metieron en una ambulancia que se quedó una hora parada en la puerta de su casa, hasta que murió. Después intentaron convencer a su mujer para que contratara los servicios de una funeraria concreta, pero al decir ésta que un amigo de su marido se encargaría, se negaron a devolverle en cadáver.
Parece ser que tras la caída del Comunismo se produjo una proliferación de funerarias privadas y algunos empresarios afirman que, ante la enorme competitividad del sector, la única forma de salir adelante es pagar por informaciones sobre muertos frescos.


Detenciones policiales

En principio, la policía detuvo a nueve sospechosos, entre los que había dos propietarios de funerarias y un trabajador. Pero en ningún momento se llegó a demostrar que el personal de estas empresas fuera consciente de que algunos trabajadores del servicio de emergencias estaban dejando morir o matando a pacientes a causa de sus pagos por información sobre nuevos muertos.
En octubre de 2004 se han dado a conocer las imputaciones del juicio que se celebrará previsiblemente a partir de abril de 2005. Dos médicos, de 48 y 35 años, han sido acusados de catorce homicidios por negligencia: Andrzej N., un enfermero de 35, está acusado de cuatro asesinatos; y Karol B., otro enfermero de 37, de un delito de asesinato. La motivación en todos los casos era cobrar dinero de empresas funerarias. Los enfermeros trabajaban en las ambulancias que llevaban a los pacientes al hospital y les habrían inyectado un relajante muscular para provocarles la muerte.
Los investigadores siguen analizando más muertes ocurridas en circunstancias similares durante los últimos años y están preparando nuevas acusaciones en Lodz y en una docena de ciudades polacas.
Según el periódico The Warsaw Voice, esta cooperación entre trabajadores de emergencias y funerarias no es un invento polaco, sino ex soviético, porque dicen que se han registrado hechos similares en la República Checa, Rumanía, Bulgaria y Lituania.

Doctores y Ángeles de la Muerte (Adegüello, marzo 2004).

Los negocios de la muerte
Esta historia refleja, una vez más, lo peligrosos que son los negocios de la muerte. Siempre que el beneficio económico de una empresa o particular dependa de la afluencia de cadáveres cabe la posibilidad de que, ante una posible escasez de cuerpos o un deseo desmedido de enriquecimiento, haya alguien que decida acelerar los fallecimientos por su cuenta.
Burke (1792-1829) y Hare (1790- 1860), los vendedores de cadáveres más famosos de la historia, se dedicaban a matar gente para vender los cuerpos a un profesor de anatomía de la facultad de Medicina de Edimburgo.
La pareja se conoció en un hostal del puerto, propiedad de la viuda Margaret Laird. Los dos eran emigrantes de Irlanda del Norte que habían ido a Escocia para trabajar en la construcción de un canal. Uno de los huéspedes se murió de muerte natural, dejando una deuda de cuatro libras a la propietaria, y a Hare, que estaba liado con ella, se le ocurrió una idea para recuperar el dinero. Los chicos le vendieron el cadáver al doctor Robert Knox, que les pagó poco más de siete libras (lo que ganaban trabajando seis meses). Parece ser que la transacción les dio la idea de cómo conseguir dinero fácil y a partir de ahí se dedicaron a matar gente.
La mayoría de sus víctimas eran alcohólicos, prostitutas, mendigos, viajeros... Buscaban a personas a las que nadie echara de menos, las invitaban a unas copas y las convertían en un cadáver, que compraba el doctor Knox. A veces alquilaban habitaciones en el centro de la ciudad, donde era más fácil encontrar a este tipo de personas.
Detuvieron a Burke después de que los dueños de la pensión White Hart se encontraran con la mano de una muerta (a la que echaban en falta) saliendo de debajo de su cama. La muerta era Margaret, una emigrante irlandesa, cuya autopsia reveló erróneamente que había fallecido de forma natural. Pero no les sirvió de mucho porque vender cadáveres era también un delito.
Hare confesó 16 asesinatos, a cambio de inmunidad, y Burke fue condenado a pena de muerte. Le ahorcaron en enero de 1829, frente a una multitud, entre la que se encontraba el escritor Sir Walter Scott. Su cuerpo fue entregado a la facultad de Medicina y vendieron su piel por trozos, con los que se fabricaron bolsitas para el tabaco (en agosto 1988 se subastó una de ellas en Birmingham). El esqueleto de Burke está expuesto en el museo de anatomía de la facultad de Medicina de Edimburgo.
El mercado de cadáveres se revitaliza (Adegüello, mayo
2004).