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Los policías lo alcanzaron, y lo detuvieron al ver que la bolsa contenía un paquete con un kilo de cocaína y que además llevaba 28.000 euros en billetes de 50 y 100. Se trataba de un albanés de 30 años. Otros dos agentes atendían mientras tanto a los otros dos participantes en la pelea, una pareja de colombianos. También ellos presentaban numerosas lesiones y cortes. Al hombre hubo que llevarlo a un hospital, y la mujer fue conducida a la comisaría para que presentara la denuncia. Ahí vino la sorpresa. En la comisaría, la colombiana se cruzó con el albanés detenido, y no dudó ni un segundo en acusarlo. "Ése es el hombre que nos ha robado la cocaína. Esa cocaína es nuestra. Nosotros nos dedicamos a vender cocaína". El hombre hospitalizado reconoció la propiedad de la cocaína, pero dijo no saber nada del dinero. Tampoco sabía de dónde habían salido 640 euros en billetes ensangrentados que él mismo llevaba en un bolsillo del pantalón. Las nuevas tecnologías fueron su perdición Esther. Unos ladrones argentinos redujeron a los vigilantes de un almacén y se llevaron 37 toneladas de fertilizante y el móvil de uno de los guardas. Después se hicieron una foto con el teléfono, que se transmitía instantáneamente a una Web establecida por el propietario. El guarda revisó la página, reconoció a uno de los ladrones y le pasó la foto a la policía que detuvo al presunto ladrón, tras identificarlo en los ficheros policiales. Albañiles excesivamente rumbosos Juanma. Habían robado casi cinco millones de dólares en un asalto a un banco de Chile, habían escapado del país y se habían establecido en San Luis (Argentina), donde nadie los conocía, haciéndose pasar por albañiles. Pero sus gastos compulsivos los delataron.
Por fin, una dependienta de una tienda de electrodomésticos comunicó sus sospechas a la policía y ésta identificó a los ladrones reclamados, que han sido detenidos en julio. Nos abstenemos de hacer comentarios. Más valdría que se hubieran disfrazado de empresarios de la construcción. Traficantes pillados de marrón por gamberros Juanma. Roy Shivlall Mahilall, de 21 años, y la chica de 15 que le acompañaba tenían motivos para comportarse con discreción, pero su tendencia a la gamberrada los perdió. En julio la policía encontró en su apartamento de Toronto (Canadá) armas, cocaína y dinero que no pudieron justificar, y todo por su afición a la bronca. Primero se pusieron a disparar contra las persianas del apartamento, situado en un piso 21, y cuando la policía acudió a la calle a investigar los disparos, no se les ocurrió nada mejor que tirar botellas de cerveza a los agentes, probablemente convencidos de que, dada la altura, jamás se sabría de dónde venían los proyectiles. Una de las botellas de cerveza impactó contra la cabeza de una agente novata que caminaba por la acera. Afortunadamente, aunque sufrió una conmoción, llevaba el pelo recogido en un moño que la libró de lesiones más graves. Pero los hábiles compañeros de la agredida lograron determinar, no se sabe cómo, que la botella había sido lanzada desde un balcón del piso 21, y allí se dirigieron a investigar. Cuando los inquilinos abrieron la puerta, los agentes vieron una escopeta y municiones en el suelo, de modo que pidieron una orden de registro. Al penetrar en el apartamento, encontraron una colección de unas 30 armas que incluía, además de la escopeta de dos cañones, un fusil ametrallador, un chaleco antibalas y abundantes municiones. Además, hallaron más de 100 gramos de cocaína, 6.000 dólares estadounidenses y canadienses, e instrumental del "oficio": balanzas digitales, pipas de agua, teléfonos celulares y lo peor de todo: un libro sacado de una biblioteca pública y no devuelto: Se titulaba "Cocaína y crack". La policía prometió devolverlo a la biblioteca después de la investigación. Las persianas de las ventanas presentaban agujeros de bala. Aquellos habían sido los disparos que atrajeron a la policía al lugar. No se sabe qué les impulsó a llamar la atención de tal manera y, peor aún, a tirar botellas de cerveza a los policías que había en la calle, cuando tenían tanto que ocultar en su piso. Alguien debe de estar bastante cabreado por el comportamiento de la pareja. Por cierto, la policía de Toronto ha declarado que es bastante corriente que se tiren objetos desde los balcones a los policías que patrullan las calles. Seguramente, por eso son tan hábiles para localizar el origen de los proyectiles. Demasiado visto Andrea. Hay personas de costumbres fijas. Esto en sí no es nada malo, excepto que te dediques a asaltar bancos. Stephen Holloday tenía especial predilección por una sucursal bancaria del centro de Oakland (California, EE.UU.) a la que asaltó nada menos que cuatro veces entre marzo y mayo de este año. Pero en julio, al quinto intento, todo salió mal porque nada más entrar en la sucursal un cajero lo reconoció y pudo alertar a otro colega. Entre los dos enfrentaron a Holloday quien huyó del lugar y fue arrestado poco después en las cercanías de la sucursal con la nota de robo todavía en su poder. Está claro que el hombre era una persona de hábitos pues la policía sospecha que pueda ser la misma persona que había robado cinco veces un mismo banco en la ciudad de San Francisco. Condénenme a perpetua, por favor
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www.adeguello.net
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revista
bimensual de crítica de crímenes
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número 11- septiembre 2005
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próximo número noviembre 2005
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E.Cordeiro. 2003
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