Ladrones enmascarados roban dos cuadros de Munch

Esther. Dos ladrones enmascarados entraron en el Museo Munch de Oslo (Noruega) armados con una pistola, descolgaron dos cuadros ("El Grito" y "Madonna") y se los llevaron delante de la mirada atónita de numerosos visitantes. Tan fácil, rápido y sin víctimas, que les hemos nombrado criminal del mes.
Los vigilantes que custodiaban el museo estaban más preocupados por la seguridad de los visitantes que por la de los cuadros. Una alarma silenciosa alertó a la policía que se presentó en el museo a los pocos minutos de producirse el robo, según la dirección del centro, pero los asaltantes ya se habían ido.

Se llevaron El Grito a plena luz del día

"El Grito", valorado en sesenta millones de dólares, estaba asegurado contra incendios o inundaciones, pero no contra robo.
La cuestión ahora para los enmascarados es cómo deshacerse de los cuadros y obtener un beneficio económico, principal motivación del ladrón común. Este es realmente el mayor problema del robo de obras de arte. Si necesitan encontrar un comprador, lo tienen bastante difícil porque se van a encontrar con detectives y policías, de distintas nacionalidades, que probablemente se van a hacer pasar por compradores potenciales (como les pasó a sus colegas que robaron otra versión de "El Grito" en 1994).
Otra de las posibilidades es que ya tengan un comprador y que hayan realizado el robo por encargo, pero tratándose de obras de arte tan conocidas esta opción es muy poco probable. En realidad, los coleccionistas que compran obras de arte robadas muy famosas para su exclusiva contemplación son, por lo general, personajes de ciencia ficción. Hoy en día, el coleccionista de grandes obras de arte suele ser un individuo que simplemente invierte en objetos cuyo valor siempre se incrementa. Un millonario que tiene "El Grito" colgado en el cuarto de estar no puede tener invitados en casa ni personal doméstico ni familiares bocazas. Lo que sí puede tener y con lo que sí puede comerciar es con un cáliz robado en una iglesia remota, con unas ánforas de una excavación o con un cuadro menos conocido.
La tercera posibilidad, la más popular de los últimos tiempos, consiste en pedir un rescate por el cuadro. Pero esta opción es tan difícil como cobrar por un secuestro normal, la única ventaja es que no hay que demostrar que el cuadro está vivo y que es mucho más sencillo esconder un objeto que esconder un ser humano. Pero el problema sigue siendo: ¿Quién cobra la recompensa?, ¿dónde?... De todas formas, en el caso que nos ocupa esta posibilidad es poco probable porque el gobierno noruego ya se negó a pagar una recompensa por la recuperación de la versión robada anteriormente.
Así pues, aunque les hayamos nombrado criminales del mes por el robo en sí mismo, sospechamos que a partir de ahora los enmascarados, salvo que sean ellos mismos los coleccionistas que cuelgan el cuadro en su cuarto de estar, lo tienen un poco difícil.


 
Robos similares


En 1994 dos ladrones robaron otra de las cuatro versiones existentes de "El Grito" en la Galería Nacional de Noruega. Saltaron la valla del edificio y se subieron a una escalera de mano para entrar por la ventana de la sala en la que se encontraba la obra. Además, los ladrones dejaron una nota de agradecimiento por la seguridad tan cutre del museo. Posteriormente, pidieron un rescate de 300.000 libras esterlinas al gobierno noruego que se negó a pagar, alegando que esto incentivaría el robo de obras de arte.
El cuadro fue recuperado tres meses después. En la investigación intervino Charles Hill, un policía londinense que se hizo pasar por comprador potencial en representación de un coleccionista norteamericano. Las pruebas aportadas por Hill sirvieron para detener a cuatro hombres en 1996, pero no pudieron ser utilizadas en el juicio porque el británico había entrado en el país con documentación falsa. Así que, los cuatro quedaron en libertad.


En 1991 dos enmascarados armados se llevaron veinte cuadros del museo Van Gogh de Amsterdam. Uno de ellos se quedó escondido en el museo el sábado por la noche, y el domingo por la mañana obligó a uno de los vigilantes a desconectar las alarmas. Los cuadros aparecieron en un coche a pocos kilómetros del museo.

En 2000 otros tres enmascarados armados se llevaron dos Renoir y un Rembrandt del museo Nacional de Estocolmo. Meses después, la policía recuperó uno de los cuadros durante una investigación por tráfico de drogas.




 


 

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